Habemus rescate financiero. Sí, Bruselas ya ha dado su beneplácito al préstamo de 40.000 millones de euros para salvar a la banca. Un dinero que tendrá que devolver el Estado, es decir todos los españoles, durante las dos próximas décadas. Los mercados han aflojado la soga y dan algo de aire (la prima de riesgo ha bajado de la barrera psicológica de los 400 puntos y la Bolsa sube ligeramente). Y, ¿ahora qué? ¿Pelillos a la mar? ¿Para cuándo la imprescindible depuración de responsabilidades?
Hace unos días, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, hablaba con su homólogo italiano, Mario Monti, en el encuentro que mantuvieron ambos. En esa conversación, Rajoy le decía que estaba pendiente de la prima de riesgo que había bajado un poco. Una prima que bajado de forma considerable en los tres últimos días desde que se anunció este rescate financiero.
Los mercados aflojan la soga que tenían colocada en el cuello de España. Pero, ¿significa eso que ya se ha acabado todo? En absoluto. De pelillos a la mar, nada. Después de este rescate, que ha vuelto a poner de manifiesto que la banca nunca pierde, en un país serio debería llegar la depuración definitiva de responsabilidades. Especialmente para que, al menos, los españoles veamos que los excesos del pasado, que nos han traído hasta aquí, tienen consecuencias reales.
Porque, realmente, las únicas consecuencias reales que hemos conocido estos dos días son las que van a sufrir los titulares de las acciones preferentes, que con su quita de deuda, tras el engaño masivo sufrido, van a pagar una cuarta parte del rescate. O lo que es lo mismo, como nos comentaba Aurelio, su ‘aportación’ reducirá en 10.000 millones de euros la cuantía total que deberá afrontar el Estado.
¿Y esto queda aquí? Con los mercados aflojando la presión y esquivando el segundo rescate a través de la compra de deuda, ¿lo dejamos como está? ¿Cuándo veremos sentados en el banquillo a los responsables de esas entidades? ¿Es aceptable que se cierre en falso este capítulo lamentable de la historia de nuestro país sin que nadie pague por ello? Son preguntas retóricas de las que, por desgracia, sabemos las respuestas. Pero aunque eso sea así no hay que dejar de denunciarlo.
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Imagen | Antonio Tajuelo