Preocupados como estaban los medios por el show de la ley antitabaco y sus múltiples impactos en la ciudadanía y en los bares (benditas noticias de relleno para unos informativos navideños), la noticia nos cogió sin estar precavidos el dos de enero: Rusia iba a cortar el suministro de gas a Ucrania ante la negativa de este país a aceptar una subida brutal de su precio (de 50 a 230 dólares por 1.000 metros cúbicos). Con lo grave que es esto para un país totalmente dependiente como es Ucrania, hay una segunda derivada y es que es a través de Ucrania como Rusia hace llegar gas a gran parte de Europa. Cortándo el gas a Ucrania, se lo cortaba también a Europa.
Hoy, después de los primeros momentos de tensión y de las presiones políticas, Rusia ha reanudado el abastecimiento de los tres gaseoductos que llevan el gas a Europa, aunque no el directo a Ucrania, a quien acusa de estar "robando" gas de esas tres vías.
Todo este conflicto, que ya veremos cómo se resuelve, me lleva a varias reflexiones. Por un lado, el equilibrio tan precario en el que se mueve la sociedad globalizada en el que nos movemos. Los juegos de dependencia de recursos económicos (entre ellos los recursos energéticos) se sostienen casi por azar, y un mínimo movimiento de uno de los actores principales puede afectar a millones de personas y a países enteros. Por otro lado, resulta curioso observar cómo, a lo largo de la historia, no hemos evolucionado apenas nada. Al final, casi todo se reduce al marcaje de los territorios, a atacar a quienes tienen recursos y a la defensa de los recursos propios. Todas las civilizaciones lo han hecho, y lo siguen haciendo. Igual que los animales: el más fuerte se queda con el pastel.
Finalmente, no deja de llamar la atención cómo estas cuestiones, que pueden potencialmente poner en peligro el orden mundial, son tratadas de forma tangencial por políticos, medios de comunicación... y por nosotros mismos. Mientras tanto, todos hablando de la ley antitabaco, del boicot a los productos catalanes o de la broma radiofónica de la COPE a Evo Morales.
Supongo que es "hacer el avestruz"; hacernos la ilusión de que esas cosas, simplemente, no van a pasar.
Vía | El Mundo