Los pronósticos se han cumplido y el año ha cerrado con la inflación más baja en los últimos diez años. El 1,5% de hoy certifica que la economía está mal, pues se aleja del objetivo del 2%, nos indica que los precios están bajando porque el consumo se desploma y nos acerca peligrosamente a la deflación.
Claro que mucha de la culpa de esta bajada es la caída del precio del petróleo. En julio teníamos la inflación más alta en décadas, el 5,3%. Pero desde entonces los precios no han hecho más que bajar. Y sobretodo en los dos últimos meses, noviembre y diciembre, que tradicionalmente traen aumentos de precios, por la cercanía de la Navidad, los precios han caído con fuerza.
Por un lado esta noticia puede alegrar a los consumidores, ya que unos precios más estables permiten reducir gastos y ahorrar más. Pero por otro lado tenemos el riesgo de deflación, que nos podría llevar a una espiral de destrucción de empleo muy severa. Y además también está que las subidas salariales ligadas a la inflación implican un menor aumento salarial (e incluso alguna disminución en caso de compensación adelantada, como se explicó por aquí con anterioridad).
Lo que está claro es que en verano entraremos en deflación, ya que el verano de 2008 hubo un alza de precios muy fuerte y ahora estamos en una reducción también muy fuerte. Ahora bien, si esta bajada de precios llega antes y se mantiene durante un tiempo podemos entrar en una zona muy peligrosa. Esperemos que no sea así.