Es razonable la alarma que despierta en mucha gente la gigantesca cantidad de dinero que se inyecta en la economía para intentar reanimarla. Es razonable temer por el retorno a esos viejos fantasmas inflacionarios. Parte de estos miedos casi hicieron peligrar los acuerdos del G20, pues Angela Merkel, y todo el gobierno alemán, tienen muy presente aún la escandalosa hiperinflación de los años 20 en Alemania, que Ingmar Bergman grafica tan bien en El huevo de la serpiente. En su época de exilio por un lío de impuestos en Suecia, Bergman retrató esa época llena de pavor, donde justamente el caos generalizado de la economía incuba ese huevo de serpiente llamado Adolf Hitler, que luego desataría el desastre de la segunda guerra mundial.
Es razonable tener esos miedos. Más aún cuando desde el colegio se enseña la TQM y se explica que un aumento en la cantidad de dinero conlleva a un aumento general de los precios. Sin embargo, la realidad no es tan simple como muestran las primeras derivadas. En esa ecuación clásica que David Hume enseñó a Adam Smith, hay dos componentes: por un lado está la cantidad de dinero, pero por otro está la velocidad con que circula el dinero. Los precios pueden subir o bajar depediendo de la velocidad con que circula el dinero. Y en la situación actual, como se explica en el artículo anterior, la velocidad de circulación se ha reducido al mínimo. Ha colapsado a niveles nunca vistos. Ver gráfica. Y con el creciente ritmo de desempleo, amenaza con frenarse aún más.
Situaciones de crisis como la que estamos viviendo, lejos de producir incrementos en los precios (inflación) produce el fenómeno inverso: deflación, caída en los precios. Dado que el aumento del desempleo incrementa la caída de la demanda agregada, tensiona a su vez a crear más desempleo. Cada desempleado pierde su poder adquisitivo lo que lleva a cerrar más empresas y seguir reproduciendo el desempleo. La caída en la velocidad de circulación del dinero seca la liquidez y los flujos de caja se desvanecen. Esta operatoria está detrás de muchas de las agencias que gestionan dinero, que al ver mermar sus flujos de ingreso se ven imposibilitadas de cumplir con sus compromisos.
Parte de este derrotero altamente trágico y nocivo para los equilibrios sociales, ya lo estamos viendo con las altísimas cifras de paro en EEUU y Europa. ¿Puede haber algún riesgo de inflación para la economía en estas circunstancias? No, al contrario. El riesgo actual de la economía es la deflación dada la caída en la demanda mundial y así lo demuestran las exportaciones de Japón, Corea y Alemania que se han reducido en más del 50%. La deflación es el auténtico enemigo de estos días, y una inflación en torno al 1-2% sería bienvenida. Significaría encontrar señales de vida.
Imagen | JRodrigues