Cuenta Suetonio como el emperador romano Vespasiano, en su afán recaudatorio para edificar el Coliseo, tuvo escasos reparos. Concretamente estableció un impuesto sobre la orina. Se trataba de gravar la recogida de orina en las letrinas públicas (lo cual, generaba un doble beneficio, pues se reciclaba con múltiples utilidades. Sin embargo, hubo a quien no le parecía muy digno semejante impuesto. Por ejemplo a Tito, el hijo de Vespasiano, que así se lo hizo ver a su padre. Este, con cara de sorprendido, acerco unas monedas a su rostro y le pregunto si le molestaba su olor
Y como Tito respondiera que no, Vespasiano zanjo el asunto con una frase que ha pasado a la Historia:
- El dinero no huele.
Claro que, en un sentido totalmente distinto al que dió lugar a esta anécdota,algunos si que pueden decir a que huele el dinero.
Al menos el dinero de Bankinter. Y es que esta entidad, por la cual tengo una cierta debilidad dado su carácter innovador y de ideas claras, acaba de registrar su olor corporativo. ¿Y a qué huelen Bankinter y su dinero, que diría ironic? El 17 de abril, día de la próxima Junta de Accionistas sera su presentación y ahí saldremos de dudas. Por lo pronto hablan de aromas florales.
Estamos acostumbrados al uso de la vista y del oído en relación con el marketing bancario. A ellos se incorpora, en un claro ejemplo del marketing sensorial, el olfato. Algo que, si bien había visto (perdón, olido) en algunas comercios, jamas me imagine que llegase a la Banca. ya sólo les queda el tacto y el gusto, aunque parece que el poder evocador del aroma es muy superior
Me parece una buena idea. Supongo que buscan uniformizar la experiencia del cliente, independientemente de la sucursal, y conseguir que Bankinter acogote nuestros sentidos, de modo que se tengan más reacciones instintivas y menos racionales. Que al final de eso trata, en gran medida, el marketing. Se pongan como se pongan
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