A estas alturas nadie puede negar que el mundo ha sido sacudido por una brutal crisis financiera. La caída del comercio, de la demanda, del empleo, del propio valor de las monedas son testimonios fehacientes de un colapso económico sin precedentes al cual la teoría económica convencional aún no encuentra respuestas. Se aplican medidas de parche para intentar la reanimación de una economía moribunda, pero en muchas ocasiones el remedio ha sido peor que la enfermedad.
El problema, hay que intentar comprenderlo desde las propias falencias de la teoría económica y sincerar los enormes agujeros que tiene la macroeconomía. Pensar, como ha sido la norma, de que la política monetaria debe sólo ceñirse a custodiar la inflación de corto plazo, es aceptar el cuento del equilibrio general walrasiano sin cuestionar a fondo las fricciones reales que existen en los mecanismos de ajuste.
De acuerdo al equilibrio general walrasiano, los equilibrios en todos los mercados se alcanzan en forma automática. Y tras cinco años de crisis no podemos concluir que se haya alcanzado un equilibrio real, en ningún mercado. Se viven desplomes generalizados en muchos mercados mientras las burbujas no dejan de cundir avivando las volatilidades de los precios y los tipos de cambio. Esto es porque el equilibrio general walrasiano, plataforma central del modelo neoclásico y base de la macroeconomía no incluye el ciclo financiero.
El ciclo financiero no responde a las características intrínsecas del ciclo económico de la economía real, dado que tiene una frecuencia muy diferente. Mientras el ciclo económico puede tener una frecuencia de 7 años desde el auge a la recesión, los ciclos financieros tienden a ser mucho más largos y pueden tomar varias décadas en su desarrollo, dependiendo de los motores que impulsen el ciclo del crédito. La crisis actual es el resultado de 40 años de crisis financieras en las cuales se buscó apagar el incendio con gasolina. Todas las crisis del llamado “mercado” fueron resueltas con “más mercado”. Y así, la globalización y los tratados de libre comercio impulsaron la industria financiera mientras carcomían gravemente la economía real.
Impulso al crédito y la deuda
Este proceso dio un fuerte impulso al crédito y la deuda, dado que ante precios fijos (por la misión de los bancos centrales) los inversionistas podían apelar a las rentabilidades de la especulación y destruir empleo. Los frutos de la especulación impulsaban al alza los precios de los activos financieros y de los bienes inmobiliarios, distorsionando la economía real por la vía del estancamiento de los salarios en los sectores que no participaban de la fiesta.
La desregulación financiera iniciada en los años 80 y potenciada en los años 90 debilitó las restricciones al crédito y relajó la percepción entre valor y riesgo. Y la promesa de los bancos centrales de una inflación baja y estable alentó la expansión financiera y el desarrollo desigual. Esto permitió que los flujos de capital se movieran sin control y desplazaran sus fuentes productivas a países como China, en la idea de buscar espacios competitivos que mantuvieran la inflación a raya. Con ello, China se ha convertido en el primer fabricante del mundo, con la cruel paradoja de que se está quedando sin compradores en el resto del mundo.
Esta distorsión de los valores reales producida por una competitividad engañosa no fue detectada a tiempo por los bancos centrales y la política monetaria. En verdad, la ceguera de la política monetaria fue la que desató estas distorsiones al no tomar en cuenta el rol de ciclo financiero en el ciclo de negocios y en el ciclo económico. Como hemos señalado anteriormente, el ciclo financiero corresponde a un esquema ponzi que puede funcionar durante varias décadas. A modo de ejemplo, Bernard Madoff comenzó a hacer sus operaciones en los años 70 y creó un formidable esquema piramidal que llegó a los 50 mil millones de dólares. Y todo era una farsa. No obstante, Madoff es hasta hoy el único condenado por lo fraudes involucrados en esta crisis.
La política monetaria no puedes estar ajena a la creación de dinero que realiza el sistema financiero y debe exigir una tasa de encaje que no ponga en riesgo a los países ante una contracción de crédito sistémica. La cruel paradoja es que el relajo monetario nominal existente previo a la crisis se convierte en relajo monetario real con las inyecciones de liquidez que han demostrado ser ineficaces para impulsar la economía. La política monetaria debe saber detectar a tiempo las burbujas y frenar las distorsiones que crea la especulación financiera.
En El Blog Salmón | ¿Qué es la Teoría del Equilibrio General Walrasiano? , El esquema Ponzi de las finanzas globales, ¿Quien ganó con el control de la inflación?