Dentro de la compleja ecuación de felicidad y trabajo pocos elementos tienen una influencia más negativa que un compañero de trabajo tóxico.
La influencia de un compañero tóxico es demoledora para aquellos que le rodean. No solo por su actuación directa, que puede ser limitada, sino por el mensaje que se manda al resto de la organización: “nuestra compañía tiene unos valores pero no hacemos nada por cuidarlos, y por eso permitimos que trabajéis codo con codo con malas personas”.
En mi carrera profesional me he encontrado en varias ocasiones (como desgraciadamente casi todo el mundo) con este tipo de indivíduos. Una minoría al lado de los excelentes compañeros con los que he tenido el placer de trabajar, pero el solo hecho de que me acuerde de todos y cada uno de ellos es el mejor ejemplo su toxicidad.
Desmoralización, frustración, abandono o incluso contagio es el efecto que un compañero de trabajo tóxico tiene a su alrededor.
¿Qué es un compañero tóxico?
Antes de seguir adelante: ¿qué es un compañero tóxico? No hablamos de un trabajador desmotivado, ni de un trabajador incompetente, ni de uno que odia a la empresa en la que trabaja, ni siquiera aquellos que roban o sabotean. Una persona tóxica es aquella que conscientemente manipula su entorno con el objetivo de crear un clima de desconfianza entre sus compañeros que acaba convirtiéndose en acoso hacia algunos de ellos.
Son perfiles complejos: no muestran su “peor cara” a todo el mundo. Suelen tener buenas relaciones con personas influyentes en la empresa quienes suelen tenerles por gente competente y cuentan con un amplio círculo de amistades. El perfil propio de un psicópata.
Todos tenemos días buenos y días malos. Sin embargo, a diferencia de cualquiera de nosotros, no se levantan por la mañana diciendo “voy a ir a la oficina voy a hacer mi trabajo de la mejor manera posible, y al final del día me volveré a casa”.
No, el compañero tóxico se levanta por la mañana con el objetivo de hacer la vida imposible a determinados compañeros, esperando que el resto por miedo permanezcan al margen. Para ello no dudará en mentir, manipular la información. Frecuenta las zonas comunes de la oficina siempre con un rumor maledicente en la boca, manipulaciones sobre el futuro de la compañía o sobre la vida personal de sus víctimas.
Como la nicotina, son adictivos. Reúnen gente a su alrededor, muchos temiendo que si no están ellos presentes serán ellos los criticados, convirtiéndose así con el tiempo en cómplices
¿Por qué una organización permite a los “elementos tóxicos”?
Como decíamos, la persona tóxica es lo bastante inteligente como para ser bien valorada por sus superiores, y cuando alguien les planta cara suelen obtener la solidaridad de otros compañeros que (como sucede con el acoso escolar) se ponen del lado del acosador para evitar ser ellos las próximas víctimas.
Como si de un virus se tratase, si la organización no es rápida a la hora de deshacerse de estos personajes, la contaminación es irreversible. Provocan una expulsión de las personas más válidas (aquellas con talento o conocimientos suficientes para encontrar trabajo en otras empresas) dejando solo a los más mediocres con el mensaje de que ser tóxico es el verdadero valor de la empresa.
El “compañero/jefe tóxico” en la cultura popular
La experiencia de convivir con un compañero tóxico es tan universal que se ha convertido en un recurso frecuente en películas , cómics, libros y series de televisión. Desde el jefe de Dolly Parton en “9 a 5” ("Cómo asesinar a su jefe", en español) hasta Detritus, al que los romanos envían a la aldea de Astérix para destruir la convivencia pasando por Calamardo ("Bob Esponja"), Chuck McGill ("Better call Saul"), Ignatius ("La Conjura de los Necios"), Pete Campbell ("Mad Men"), los jefes de Jack Lemmon en “El Apartamento” o el de Melanie Griffith en “Armas de Mujer” y un larguísimo etcétera se han convertido por derecho propio en parte del acervo cultural común del trabajador.
¿Cuál es el precio del empleado tóxico?
Aunque todos intuimos el coste de estos empleados, la ciencia, y en particular esa disciplina que nos apasiona llamada “people analytics” intenta calcular el impacto económico que pueden tener en una compañía.
Michael Housman y Dylan Minor, especialistas en la materia, publicaron un paper llamado precisamente “Toxic Workers” en el que cuantifican este efecto. A través del estudio de 60.000 empleados en 11 firmas diferentes, han analizado qué características convierten a alguien en “tóxico” y qué influencia tienen en su entorno.
Entre las conclusiones más llamativas del mismo, y que deberían hacernos reflexionar, estan:
La toxicidad es contagiosa: estar expuestos a trabajadores tóxicos incrementa la posibilidad de volverse tóxico, reduce la productividad en su entorno y e incrementa el abandono.
Más que esforzarse en fichar “super estrellas” es más rentable para una empresa deshacerse de los trabajadores tóxicos: las “superestrellas” (aquellas cuyo rendimiento está en el 1% superior de la compañía) aportan un beneficio adicional medio de 5000 dólares anuales. Por contra, el denominado “trabajador tóxico” supone un coste adicional a la empresa de 12.000 dólares al año. Es decir, deshacerse (o rehabilitar) a un solo trabajador tóxico es más rentable que fichar a dos “super estrellas”.
Investigaciones como esta debería llevar a los departamentos de RRHH a tomarse más en serio el problema de la “toxicidad” en el lugar de trabajo, algo que redundaría no solo en la felicidad de los trabajadores sino en la rentabilidad de la compañía.
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