Valeriano Gómez ha anunciado después de la reunión de los miembros del Pacto de Toledo que hasta marzo o abril del próximo años, no estará preparado el anteproyecto de ley de reforma de las pensiones. Este margen, según el propio ministro, es el margen normal para trabajar con rapidez y celeridad en una reforma de capital importancia, tal y como se demanda desde todos los frentes. Curiosamente, la ministra de economía hacía hincapie hoy mismo en la necesidad y urgencia de la reforma de las pensiones, aunque claro está esta urgencia, se contempla a meses vista, dadas la coordinación interministerial.
Desde que se lanzó la campanada sobre las pensiones por parte del Gobierno, allá por el mes de enero, todo el mundo habla en un sentido u otro, bien desde la ampliación de la edad de jubilación, endurecimiento de los requisitos para acceder a la pensión íntegra, considerar toda la vida laboral… o incluso frentes negacionistas del “aquí no pasa nada” como el profesor Navarro que apoya que el sistema es bueno, viable y solvente por los siglos de los siglos.
La cruda realidad es que hablamos de proyecciones a futuro de difícil cuantificación, sujetas a los movimientos demográficos, en un sentido u otro y con una fuerte dependencia de la evolución general de la economía y el empleo. Por lo tanto, afirmar que el sistema de pensiones es una roca por los siglos de los siglos, no deja de ser una temeridad, salga desde donde salga la propuesta y España, ya tuvo una gran crisis de la Seguridad Social que requirió separar los gastos sanitarios de los gastos en prestaciones sociales.
Pero a día de hoy, el grueso del gasto de la Seguridad Social se destina a pensiones y si queremos seguir teniendo la protección estatal de la Seguridad Social y las prestaciones que dependen de ella, no tenemos más remedio que colocar escenarios pesimistas y negativos para ajustar las prestaciones futuras. Y ya que hablamos de reformas, la capitalización no debería dejarse caer en saco roto frente a los sistemas de reparto, punto en el que nadie quiere modificar de entrada. La protección y el bienestar social es caro, más aún si trabajamos pocos y tenemos que mantener a muchos y el tiempo que se pierde, es un tiempo que no deja de pasar factura al resto de la situación económica de las cuentas públicas.
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