Mientras algunos debaten sobre jornadas laborales de 35 horas a la semana o de 48, hay trabajos que se han vuelto, en términos de exigencia horarias, "extremos". La banca de inversión, la consultoría y la gestión en negocios globales son sectores donde estos trabajos extremos se están generalizando, marcando una tendencia que cada vez afecta a más ámbitos laborales, a más zonas geográficas y a más personas.
Son varios los factores que están provocando este incremento de trabajos extremos. Por un lado, la tecnología está permitiendo una conectividad total, 24x7, de los trabajadores a sus trabajos. En cualquier sitio, a cualquier hora, se puede contestar una llamada, responder un email o consultar un documento. La telefonía móvil, los portátiles, las Blackberrys y PDA's, el Wifi y el Wimax... son tecnologías que nos ponen muy fácil trabajar, estemos en la oficina, en casa, de viaje o en la playa. La globalización es otro factor clave en esta situación, en dos sentidos: la competencia se está haciendo cada vez más importante. Mientras que antes una empresa podía disfrutar de unas ventajas competitivas en su ámbito geográfico con cierta tranquilidad, ahora es más fácil que una empresa del otro lado del mundo amenace esta situación. Por lo tanto, el estrés competitivo obliga a una mayor tensión y a una mayor dedicación: no hay tregua si no quieres que venga alguien y te quite tu negocio.
Y, además, el crecimiento multinacional de algunas empresas provoca que haya personas con responsabilidades globales. Eso significa que desaparecen los ritmos día-noche: cuando anochece en Estados Unidos, ya es la mañana asiática, y si no, Europa también exige tu atención. Y, además, esa presencia global exige frecuentemente viajes transoceánicos, jet-lags...
Estos trabajos extremos están generando un colectivo de profesionales cuya dedicación al trabajo es prioritaria. Ante esta situación hay dos reacciones posibles. Para algunos, al contrario de lo que podría parecer, esta presión tiene un efecto positvo que atenúa la falta de tiempo para otros ámbitos de la vida: el reto constante (por superar los límites físicos e intelectuales) que supone el trabajo hace que estas personas se sientan "vivas", enchufadas a su trabajo.
Por supuesto, este no es un sentimiento que embargue a todos los afectados, y son muchos los que en un momento u otro deciden poner fin a ese carrusel y acaban buscando un trabajo más tranquilo. Sobre todo, cuando se plantean formar una familia: los trabajos extremos son altamente incompatibles con la vida familiar.
Vía | Monreal Más información | Fastcompany