Siguiendo la línea de los artículos polémicos de liberalizaciones, que por supuesto molesta a los que disfrutan de alguna protección arbitraria, como en el tema de las farmacias, hoy le toca el turno a los taxistas, que seguro dejarán sus quejas sobre este artículo en los comentarios.
Leo hoy en 20 Minutos que Alicante es la segunda ciudad más cara de España para ir en taxi por el día después de Madrid, aunque por la noche la cosa cambia, siendo Murcia la ciudad más cara y Valladolid la segunda. Ciudades extrañas, puesto que aparte de Madrid, no son ni mucho menos las que tienen un coste de la vida más alto de España.
Y es que realmente el precio de los taxis poco tiene que ver con el precio de los combustibles (hay diferencia entre ciudades), de los coches (realmente se pueden encontrar precios muy parecidos en todas las provincias, y si no merece la pena comprarlos fuera ya que es una inversión para un negocio) y las reparaciones (aunque aquí sí que reconozco que puede haber diferencias de precios, no creo que sean tan grandes). Es decir, no le veo mucha relación entre el coste de un taxi y el coste que tiene ser taxista. Pero es que tampoco veo mucha relación entre la clasificación de ciudades por precio de taxis y por nivel de vida. Y es que esto pasa porque los precios no se fijan por la oferta y la demanda sino por presiones sobre los ayuntamientos.
En España los ayuntamientos emiten licencias para los taxistas y estas son escasas. Para poner un ejemplo, en Oviedo se han hecho traspasos de licencias de taxis por 360.000 euros. En Madrid el precio de una licencia ronda los 200.000 euros. Hay una gran demanda de licencias pero el ayuntamiento no emite nuevas, luego las que ya existen valen su precio en oro. Si tan chollo es ser taxista, los precios pueden bajar, y los consumidores beneficiarse.
La mejor forma de encontrar un compromiso entre el precio bueno para los consumidores y el precio bueno para que existan los taxistas está claro: liberalizar el sector. Esto significa que no se puede tener limitado el número de licencias indefinidamente, creándose se un mercado de compraventa a precio desorbitado de estas licencias.
Pero es que aunque se emitieran licencias sin fin seguiría habiendo un problema. Los precios están regulados. Si se emitieran todas las licencias que se pidieran con los precios actuales, la ciudad se llenaría de taxis pero realmente no habría competencia, con lo que todos saldríamos perdiendo. La solución está en regular exclusivamente la estructura tarifaria para permitir que los consumidores comparen si un taxi es más barato que otro, pero permitiendo que cada taxi fije las tarifas que crea conveniente (bajo obligación de publicitarla con pegatinas de una forma claramente visible desde fuera). Es decir, no es una liberalización completa de los precios, ya que seguramente unos taxis te cobrarían un precio por kilómetro pequeño pero luego serían capaces de cobrar por cada pasajero que viaje mientras que otros no cobrarían por pasajero pero el precio por kilómetro sería más alto; unos cobrarían por las maletas y otros no; unos por ciertos extras y otros no, etc., y en definitiva comparar las tarifas sería imposible (casi como tener que comparar que compañía de telefonía te genera menos gasto). Todas las estructuras tienen que ser iguales, para que de un vistazo se pueda saber lo que cuesta ir en dicho taxi. Así, y posiblemente bajo agrupaciones de compañías de taxis, como las que existen en la actualidad de teletaxis, se lograría un equilibrio entre oferta y demanda y los precios bajarían.
Otro ejemplo de por qué es necesaria una liberalización. En Madrid es muy difícil encontrar un taxi en fin de semana a partir de las tres de la mañana, a pesar de la gran demanda que hay. Los precios regulados, en este caso, no son suficientes. A lo mejor si se les dejara fijar libremente le precio a los taxistas surgirían especialistas en ser taxis de la noche, más caros, pero que presten un servicio hasta ahora inexistente.
Ojo, que no digo que cualquier coche pueda ser un taxi, no. Creo que deben ser como ahora, con una licencia, un taxímetro calibrado (con las tarifas que estipulen las pegatinas correspondientes en la carrocería y libremente fijadas por el taxista), y con un número de licencia para control fiscal y de consumo. Pero su número no debe ser arbitrario, ya que la escasez encarece los servicios.
Eso sí, reconozco que los cambios en este sector pueden acarrear problemas de orden público, como en Italia, aunque un Gobierno no puede achicarse por lo que digan unos pocos siempre que los beneficiados sea la gran mayoría.